You can't always get what you want.
No creo que olvide jamás a la chica que M nunca me presentó.
Recuerdo que la ví por primera vez un día de huelga, ya cerca de los exámenes del segundo trimestre (yo por aquel entonces aún iba al instituto). La necesidad de estudiar me disuadió de ir a la manifestación, pero el hastío terminó por sacarme de casa. M nos había dicho a K y a mí que fuéramos a la excursión que había organizado su instituto a una exposición sobre la catedral. Tardé en decidirme, pero la mañana soleada me pedía que la disfrutara y terminé por animarme a ir. Cuando llegué allí M y K ya estaban a la puerta, esperando a la hora para la que estaba concertada la visita. K y yo nos mezclamos con el grupo, no sin cierta timidez, pero aunque algunos nos miraron con extrañeza ni siquiera el profesor nos dijo nada.
La exposición era interesante, sin duda, tanto que un par de semanas más tarde volví a verla, esta vez sin guía, pero apenas recuerdo más que algunos detalles puntuales. K y yo nos fuimos sintiendo progresivamente más cómodos a medida que la visita progresaba y terminamos comentando nuestras impresiones acerca de las compañeras de M. Fue entonces cuando la vimos. Creo que fue K el primero en fijarse en ella, no lo recuerdo muy bien. En cualquier caso, en pocos segundos los dos mirábamos hipnotizados a aquella chica.
Llevaba unos pantalones negros rectos, zapatos de un color que no recuerdo y una camiseta de rayas horizontales rojas y blancas. Tenía el pelo castaño y llevaba el clásico corte de melena corta de las chicas mod. Al poco se giró ligeramente y vimos sus facciones redondeadas y con un aire casi preadolescente. Desde aquel momento fue para nosotros "La chica de las rayas". M nos contó después, cuando le preguntamos, que era de un curso más que él (es decir, el mismo que K y yo) y que apenas la conocía. No sé si eso último era verdad, pero por mucho que M sea mi amigo tiendo a desconfiar de él para algunas cosas, sobre todo desde aquella temporada.
Esa no fue la última vez que ví a aquella chica, sino la primera de una larga serie. Yo sabía, por lo que M me había contado, que C (que era como la chica se llamaba) me conocía de vista. De haberme visto con M, se entiende. De hecho, nos la encontramos varias veces yendo K, M y yo juntos y M siempre se paraba a hablar con ella. Bastaron dos ocasiones desaprovechadas por M para que yo desistiera de pedirle que nos (me) la presentara. Aún ignoro por qué nunca nos hizo a K y a mí ese pequeño favor. Prefiero no planteármelo, o al menos callarme lo que pienso al respecto. Pasado un tiempo, M empezó a distanciarse de K y de mi (o nosotros de él, tal vez). Vi a C muchas veces, en las ocasiones más insospechadas, siempre teniendo la impresión cuando se cruzaban nuestras miradas de que ella dudaba si saludarme o no. En esa misma duda se me fue pasando el tiempo, hasta que los dos nos fuimos a estudiar fuera y las ocasiones se redujeron casi a cero.
Aún me la cruzo de vez en cuando, algún fin de semana que los dos volvemos a casa. No sé si se acordará de mí siquiera lo suficiente para reconocerme por la calle. Yo todavía me acuerdo de ella cuando alguien habla de amores platónicos y de chicas guapas con camisetas de rayas.