Capítulo para una novela coral
La madrugada de aquel 25 de abril, Jane (Sweet Jane) experimentó el primer orgasmo auténtico de su vida sexual activa. Empezó como un temblor que subía desde su clítoris hasta sus pezones anillados y de allí se extendía en oleadas al resto de su cuerpo. Estaba dormida; al despertar se encontró en la cama al lado de Oliver Cromwell. Quiso gritar y no pudo, así que estaba claro que aquello tenía que ser un sueño. Cuando consiguió despertarse de verdad se encontró a su lado a Bob, un yogurín que era imagen de alguna colonia de Calvin Klein.
Más tarde, preparando el desayuno en la cocina americana de su pequeño apartamento del Soho, volvió a ver en las noticias las mismas imágenes de archivo de todos los años en las que una avalancha de portugueses se echaba a la calles con claveles en las manos. Llamó a Pauline mientras Bob se daba una ducha rápida. En ese preciso momento, Pauline estaba ultimando los detalles de los genitales de su escultura "Mi marido como una mujer" ("My Husband As A Woman", 2008, Pauline Carey, 180 x 70 x 32 cm, Tate Modern, London), que representaba (con una atención casi obsesiva a los detalles de sus tatuajes) a su marido Joseph transfigurado en una escultural joven que parecía emerger de una fila de losas cuadradas. Quedaron para cenar esa misma noche.
El día se fue en un par de sesiones de fotos. Nada especial, ni cuerdas ni cadenas ni latex (por una vez). De Bob no se volvió a saber más en todo el día. Pauline y Joseph llevaron a la cena a Peter, otro chaval metido a modelo de alguna franquicia insípida. Peter y Jane, obviamente, terminaron en la cama. A la mañana siguiente, a Jane le despertó otro orgasmo (otro de verdad). Después de las ya conocidas sacudidas, se encontró en la escalera de la casa de sus padres, arropada por la misma manta que Adolf Hitler. En cuanto abrió los ojos y fue consciente de estar con Peter en la cama de su apartamento, empezó a calcular cuánto tendría que ahorrar en copas para empezar a pagarse el psicoanalista.